Desde la lente, en primer plano, una barca meciéndose suavemente sobre las aguas tranquilas de la ría, testigo silencioso de las raíces marineras de A Illa de Arousa. Al fondo, el puente emerge como una obra imponente, extendiéndose casi dos kilómetros con una curva elegante que no solo une tierras, sino historias y vidas. La luz se posa sobre la estructura, resaltando su modernidad mientras la barca, humilde y cargada de tradición, se convierte en el ancla visual que da profundidad y alma a la imagen.
Enfoco buscando capturar esta poesía visual: el contraste entre la calma de la embarcación flotante, evocando tiempos en que el mar era único camino, y el progreso simbolizado por el puente sin juntas de dilatación, que desde 1985 ofrece un enlace firme y constante. Los reflejos en el agua dibujan un juego de luces que enlaza ambos planos, como un hilo narrativo que habla de transformación, de la convivencia entre lo antiguo y lo nuevo. Esta fotografía no solo muestra un paisaje, sino una memoria viva, un instante donde tradición y modernidad se abrazan bajo el cielo gallego.
